LEER NUESTRA HISTORIA CON LENTES BÍBLICOS Y CRISTIANOS (…O CÓMO LEVANTÓ YHVH AL LIBERTADOR)
Leopoldo Cervantes-Ortiz
12 de septiembre, 2010
[Moisés] Consideró que compartir los sufrimientos de aquel pueblo mesiánico era mucho más valioso que todos los tesoros de Egipto, teniendo como tenía su mirada fija en la recompensa.
Hebreos 11.26, Traducción Interconfesional
1. La gesta liberadora, esfuerzo divino de concientización del pueblo
El preludio de la acción liberadora del Dios de los Padres y Madres Antiguos/as se encuentra resumido en Éxodo 2.23-24. Allí, se dice claramente que al morir el rey de Egipto (primera parte: un cambio de régimen y coyuntura posible para comenzar la lucha), “los israelitas seguían esclavizados, quejándose y lamentándose” (segunda observación: que refuerza lo dicho desde el cap. 1), y que “desde la esclavitud sus gritos de dolor llegaron hasta Dios”, quien al oír su gemido, “se acordó de la alianza que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob”. La nueva acción divina se anuncia en el v. siguiente: “Y viendo a los israelitas tuco conocimiento del trance por el que estaban pasando”. Éx 3, entonces, puede ser leído como el primer paso de concientización llevado a cabo por el Dios que se manifestaría como YHVH para liberar al pueblo, de manera integral, de la situación opresiva. Para ello, desplegaría una serie de acciones previas que posibilitarían la participación del pueblo, mediante una estrategia de asociaciones múltiples, en el proceso que conduciría Moisés. En otras palabras, el relato está construido de tal forma para mostrar cómo el Dios de los Padres y Madres Antiguos/as retomaría los lazos con este pueblo y se reencontraría con él en el desierto para restablecer la alianza y relanzarla hacia la construcción de una “comunidad alternativa” opuesta a la mentalidad monárquica que las tribus conocieron y sufrieron en Egipto.
Para tal fin, tenía que levantarse y consolidarse un liderazgo centralizado en una persona que estuviera consciente de todas estas cosas y, al mismo tiempo, tuviera las calificaciones adecuadas para conducir la lucha de Dios contra el imperio egipcio. Paradójicamente, esa persona, más allá de cualquier elitismo a ultranza, fue educada y formada por el mismo sistema al cual combatiría, es decir, que Moisés debía experimentar una auténtica conversión para alcanzar el grado de conciencia que Dios esperaba para estar a la altura de las circunstancias. De ahí que el famoso episodio de la zarza ardiente deba ser leído como un momento decisivo e insustituible en las aspiraciones populares para detonar la lucha liberadora. La voz que brota de la zarza identifica a Moisés por su nombre y presenta la separación obligada entre lo sagrado y lo profano: es una auténtica teofanía, en la que el espacio del monte Horeb se convirtió en territorio sagrado y, por lo tanto, en un lugar de relación entre la trascendencia divina y la transitoriedad humana. Luego de su presentación como el Dios antiguo, éste pasa a las explicaciones sobre su decisión de actuar en la historia a través de él (3.7-10). Y ante la reticencia del elegido para dirigir esa labor (v. 11), Dios le anuncia una señal.
Inmediatamente después aparece la solicitud del nombre divino para usarlo, en el mejor sentido del término, como estandarte de la lucha a realizar (vv. 13-14). La respuesta es un “nombre dinámico”, es decir, un apelativo que se desvelará a medida que avance la lucha contra el poder monárquico del Faraón. Según Adolf Exeler, quien explica el nombre “Yo soy” (o “Yo estoy”) a la luz del segundo mandamiento, este nombre concentra cuatro grandes afirmaciones que se complementan entre sí:
· “Yo estoy con vosotros de tal modo que siempre podáis contar conmigo…” (fidelidad);
· “Yo estoy con vosotros de tal modo que tengáis que contar conmigo cuando y como yo quiera” (inmanipulabilidad);
· “Yo estoy con vosotros de tal modo que únicamente vosotros debéis contar conmigo como el que puede estar cerca para salvaros” (exclusividad);
· “Yo estoy con vosotros de tal modo que mi cercanía no conoce fronteras espaciales, temporales o institucionales” (ilimitación).[1]