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viernes, 28 de enero de 2011

Debilidades con potencial

Debilidades con potencial

No busquemos esconder nuestras debilidades, ni perdamos el tiempo justificándolas sin razón.
Versículo: 2 Corintios 12:9
Debilidades con potencialExiste una tendencia universal en el ser humano a esconder sus debilidades. Estamos tristes, pero ponemos cara de alegría. Deseamos llorar, pero contenemos nuestras lágrimas. Nos sentimos abrumados, pero aparentamos estar en control. Experimentamos ladepresión, pero buscamos convencer a los demás de nuestro buen ánimo. Todo esto no hace más que revelar con gran claridad la inmensa importancia que le damos, como seres humanos, a la imagen que otros tienen de nosotros. Deseamos que los demás nos vean como triunfadores, como personas que caminan con paso firme hacia objetivos claramente definidos en sus vidas. Por esta razón nos resistimos a toda costa a revelar esas cosas que muestran nuestra verdadera condición de seres frágiles y débiles. Pablo declara que gustosamente se gloriaría en sus debilidades. ¿Se detuvo alguna vez a pensar en lo alocado de semejante declaración? No solamente no hará esfuerzo por esconder sus debilidades, sino que ¡se gloriará en ellas! Lejos de producirle vergüenza, las mostrará cómo las verdaderas marcas de su dependencia absoluta de Cristo. ¡Francamente, nos resulta incomprensible la actitud del apóstol! No dejamos, sin embargo, de sentir en nuestros corazones una admiración profunda por su estilo de liderazgo. Recorra usted por un momento, en su mente, la historia del pueblo de Dios. ¿Puede usted pensar en alguna persona que alguna vez fue utilizado por sus fuerzas y virtudes? Abraham era un anciano incapaz de engendrar hijos. José era un esclavo olvidado en la cárcel. Moisés era un pastor de ovejas tartamudo. Gedeón era el menor de su casa y, además, pobre. David era un simple pastor de ovejas. Nehemías no era más que el copero del rey. Jeremías era joven e inexperto. Juan el Bautista era un desconocido que moraba en el desierto. Los discípulos eran simples pescadores, hombres sin letras ni preparación alguna. A Pablo, el fogoso perseguidor de la iglesia, deliberadamente lo debilitó el Señor, enviando una espina en la carne que lo atormentaba.Cuando tapa o esconde sus debilidades, buscando hacerse fuerte, Cristo pierde poder en su vida.Estos son simplemente los héroes de las Escrituras! ¿Qué diremos de figuras como Lutero, Wesley, Hudson Taylor, Moody, Spurgeon, o tantas otras figuras que marcaron profundamente la historia del pueblo de Dios? Todos ellos, sin excepción, fueron útiles porque permitieron que sus debilidades fueran el medio por el cual Dios expresó su gloria. No trate de disimular sus debilidades. No busque esconderlas, ni pierda el tiempo justificándolas. Cuando usted las tapa o esconde, buscando hacerse fuerte, Cristo pierde poder en su vida. Hágase amigo de sus debilidades. ¡Sus debilidades son la puerta para que toda la plenitud de Dios se manifieste en su vida!

miércoles, 19 de enero de 2011

Afirmar la verdad en un mundo relativista

Afirmar la verdad en un mundo relativista

La aseveración de que no existe tal cosa como una verdad universal constituye, en sí misma, una declaración de una verdad universal.
Afirmar la verdad en un mundo relativistaEl mundo siempre ha sido hogar de muchas ideologías y expresiones religiosas. Este pluralismo religioso se ha desarrollado en mayor medida entre los occidentales, en respuesta a la globalización y a la migración entre diferentes países. Un mundo más comunicado ha permitido un mayor acercamiento entre las diferentesreligiones y sus seguidores. Nos relacionamos con personas de otras etnias pero, también, por medio de la televisión y la Internet aprendemos de su cultura y creencias. Además la creciente presencia de mezquitas, templos y restaurantes que no son occidentales reflejan la naturaleza cada vez más diversa de muchas sociedades occidentales.

Este pluralismo puede ser reciente en occidente, pero, en Asia, siempre ha estado a la orden del día. De hecho, todas las grandes religiones tienen sus raíces en el continente asiático y todavía persisten en él. En África la Iglesia se ha desarrollado junto a las religiones tradicionales y al Islam, de modo que una vasta mayoría de los cristianos hoy en día conviven con personas que profesan otra fe. En este aspecto no son diferentes de los primeroscristianos, quienes proclamaban a Jesús como Salvador y Señor ante la multitud de dioses y señores del mundo grecoromano.Los cristianos de hoy estamos llamados a abrazar, encarnar y declarar la verdad de que Dios se ha revelado a sí mismo de manera final y definitiva en JesucristoComo ellos, los cristianos de hoy estamos llamados a abrazar, encarnar y declarar la verdad de que Dios se ha revelado a sí mismo de manera final y definitiva en Jesucristo. Por medio de Su muerte y resurrección, los pecadores pueden hallar el perdón de sus pecados y ser reconciliados con Dios. De modo que, ¿cómo podemos proclamar a Cristo ante el pluralismo religioso y sus frecuentes afirmaciones que relativizan la verdad absoluta?

En medio de la diversidad, los cristianos deben aprender a trabajar con personas de diferentes religiones, en procura del bien común. Pero deben lograrlo sin comprometer su fe. Algunos sostienen que la armonía social puede alcanzarse y sostenerse, solo si los «religiosos» se abstienen de afirmar que poseen la exclusividad de la verdad. El desafío para la Iglesia es demostrar la falacia de esta opinión.

Del pluralismo al relativismo de la verdad
Algunos pensadores cristianos han rechazado la singularidad de Cristo y han abrazado el pluralismo. La coexistencia de las religiones en un sentido descriptivo y el pluralismo social son un hecho, pero estos pensadores han ido más allá, pues han abrazado un pluralismo metafísico. Sostienen que todas las religiones constituyen vías igualmente válidas para llegar a Dios (o la suprema realidad divina) y que ninguna religión en particular puede pretender poseer la palabra final sobre la verdad. Así, inconscientemente, se identifican con la doctrina Vedanta del hinduismo: «Jesús es apenas uno de los muchos caminos a la suprema realidad divina, un avatar (encarnación) entre muchas manifestaciones posibles de lo divino».

Separar la «espiritualidad» de cualquier religión se acomoda muy bien al estilo posmoderno de nuestra época. La principal preocupación de los cristianos son los aspectos más radicales y destructivos de la posmodernidad: su incredulidad respecto de la verdad absoluta, su rechazo de los grandes relatos que dan sentido a la vida y su postura de relativizar la verdad. Estos traen enormes implicaciones para toda la Iglesia en su esfuerzo por vivir la totalidad del evangelio y llevarlo a todo el mundo.

La mentalidad posmoderna afirma que simplemente carecemos de acceso a la verdad absoluta. Su argumento es que nuestras verdades son relatos construidos en el seno de nuestras comunidades sin una validación externa de la verdad. Por lo tanto, consideran la verdad como tribal, de validez solo local. Ya que no existe una perspectiva neutral —o transcontextual— que permita juzgar entre historias que compiten, debemos aguantar una multiplicidad de puntos de vista que pugnan por alcanzar la supremacía y la aceptación. Lo que surja victorioso de esta contienda será la verdad. A esta la define el poder, y a quienes afirman poseer la verdad absoluta se les juzga como personas que simplemente intentan imponer su voluntad a otros.

De esta manera, los pluralistas posmodernos sospechan de las autoridades religiosas y de sus pronunciamientos. Para ellos, la afirmación de que Jesús es la Verdad encarnada puede ser bien una fachada para el imperialismo colonial, el chauvinismo cultural o la intolerancia religiosa.

Verdad y elecciones morales
La misma sospecha se aplica a la moral: las categorías de «bueno» o «malo» son los intentos de otros para imponer su voluntad sobre nosotros. ¿Por qué deberíamos aceptar las definiciones de otras personas acerca de lo que es bueno o malo? —alegan ellos. De esta manera, juzgar entre lo bueno y lo malo se transforma, entonces, para los posmodernos en una cuestión de interpretación privada. Ellos carecen de una base sobre la cual uno pueda afirmarles que está mal experimentar con embriones, enriquecerse al amparo de regímenes corruptos, o proporcionar protección financiera a corporaciones que realizan negocios deshonestos. Para ellos la conveniencia personal y el pragmatismo económico pronuncian la última palabra: ¿qué es útil?, ¿qué satisface mejor las necesidades de una persona?, ¿qué cumple mejor sus aspiraciones?

Solo con ver el énfasis posmoderno en la comunidad, tal individualismo resulta irónico. Desconfiada de la autoridad y carente de cualquier criterio objetivo y trascendente que le provea orientación, la persona se apoya en su propia autoridad y decide por razones pragmáticas. El posmodernismo ya no solo convierte la verdad en tribal, sino que también la privatiza.

Todo esta orientación ha condicionado la manera en que a menudo se entiende la espiritualidad. Quienes optan por una percepción pluralista de la realidad espiritual pueden sentirse espirituales sin tener que involucrarse en la religión institucional. Son libres para elegir y abrazar ideas religiosas y para diseñar una espiritualidad a su propia imagen.

Tal libertad resulta atractiva. La alternativa —afirman repetidamente sobre los que llaman exclusivistas— es ser ingenuo, arrogante, irrespetuoso de otras culturas e intolerante para con otras confesiones religiosas. Comentan que los puntos de vista absolutistas solo incrementan las tensiones interreligiosas, exacerban los conflictos entre comunidades y, en algunos casos, hasta incitan a la violencia. El argumento es que para evitar una mayor polarización en nuestro fragmentado mundo, uno debe, según algunos, adoptar un punto de vista pluralista respecto de la religión y una postura relativista en cuanto a la verdad. ¿A qué conclusión llegamos frente a estas críticas y pretensiones? ¿De qué manera, entonces, vamos a proclamar hoy la verdad del evangelio?

Proclamar la verdadPara empezar, conocer la verdad no es sinónimo de intolerancia arrogante. Esto sería confundir convicción con condescendencia o desacuerdo racional con conducta desagradable.

Cuando los relativistas insisten en que no existe tal cosa como la verdad universal, ¡sostienen esa afirmación como una verdad universal! De esta manera, el relativismo es tan absolutista como la afirmación de que Jesús es «el camino, la verdad y la vida» y le atañen las mismas acusaciones de intolerancia. La fe cristiana condena la arrogancia y la actitud de superioridad hacia las personas que profesan otras creencias y hacia las de convicciones no religiosas. Por supuesto, han existido cristianos intolerantes y prácticas insensibles en las misiones a lo largo de la extensa historia de la Iglesia. Pero estos son indicadores de los fracasos vergonzosos de la misma y no de la esencia de la fe cristiana. Los cristianos debemos ser personas tolerantes y humildes, a la vez que «[mantenemos] en alto la palabra de vida» (Fil 2:16, NVI).

Los cristianos son llamados a amar en lugar de tolerar, y para ello es necesario reflejar el amor de Dios por todas las personas, incluidos los relativistas apasionados, los pluralistas acérrimos y los ateos agresivos. Al proclamar la verdad frente al relativismo, debemos estar conscientes de que tratamos con personas, no simplemente con ideas frías. El relativista es una persona de carne y hueso, con todas las necesidades y anhelos de cualquier ser humano creado a la imagen de Dios. Lo más importante no es lograr que nuestro argumento prevalezca contra el relativismo sino ganar al relativista para Cristo.

Una crisis económica global o un desastre natural no discrimina entre un relativista y un exclusivista. Cuando los relativistas sufren, rara vez sentirán atracción por un argumento sólido en favor de la verdad. Pero lo más probable es que reaccionen positivamente ante el cuidado y la preocupación prácticas demostradas por cristianos movidos por el amor. No podemos proporcionar calor a un relativismo frío, pero sí podemos abrigar con una manta a un relativista que está tiritando.

Nuestra común condición humana es un buen punto de partida para transmitir la verdad de Cristo. La seguridad de la amistad genuina, donde se ganan la confianza y el respeto, es el contexto ideal en el que la gente puede cuestionar honestamente sus razonamientos. Los cristianos pueden sembrar semillas de subversión en el campo del relativismo, planteando preguntas acerca de la competencia del relativismo moral como guía para la vida. ¿En realidad se puede vivir sin la verdad absoluta? ¿Cuántos están realmente persuadidos de que no existe diferencia entre la Madre Teresa y Pol Pot? Aun cuando las personas nieguen la verdad de Dios, esta prevalecerá porque es coherente y persuasiva: la vida percibe esto como verdadero. Este reconocimiento es parte de la gracia de Dios que es común a todos.

Por el carácter relativista de nuestra época, la iglesia puede perder fácilmente su confianza en el evangelio como el «poder de Dios para salvación» y dejar de proclamar a Cristo como el único camino a Dios. Para no acobardarse, los cristianos deben estar seriamente fundamentados en la verdad de la Biblia y en el conocimiento de Cristo. De modo que la tarea de proclamar la verdad en nuestro mundo debe comenzar en casa: en la vida, la adoración y el programa de discipulado de nuestras iglesias evangélicas.

Creer en la verdad absoluta es ir contra el espíritu de nuestro tiempo. Podemos esperar ser ridiculizados, segregados y experimentar oposición. En este sentido, debemos recordar que aquel que es la Verdad encarnada, a quien Juan describe como «lleno de gracia y de verdad», se convirtió en la Verdad crucificada a manos de quienes estaban empeñados en apagar la luz de la verdad. Pero las tinieblas no pronunciaron la última palabra. La luz traspasó la tumba de Jesús, ¡y en la resurrección de Cristo la Verdad se reivindicó!

jueves, 13 de enero de 2011

Llevar fruto: el propósito central de la vida

Llevar fruto: el propósito central de la vida

El propósito central de nuestra vida es llevar fruto para la gloria de Dios: y que todo lo demás es secundario.
Llevar fruto: el propósito central de la vida Texto Bíblico: Juan 12.20-26a
“Y había unos griegos entre los que subían a adorar en la fiesta; éstos, pues, fueron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; Andrés y Felipe fueron y se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará”. (Biblia de la Américas) 
Una pregunta fundamental que debemos hacernos como cristianos es: ¿qué vamos a hacer con nuestra vida?
¿Qué quedará, con valor eterno, de nuestro paso por este mundo cuando ya no estemos aquí?.
¿Cuál es el propósito de mi vida como cristiano?
Podemos responder, basados en la Escritura, que el propósito central de nuestra vida es llevar fruto para la gloria de Dios: y que todo lo demás es secundario. Nuestra obra y palabra serán juzgadas a la luz del fruto que produjeron.
Veamos algunos aspectos que surgen del pasaje leído, los cuales nos permiten saber en qué consiste llevar fruto y cómo es posible hacerlo.
  1. Mostrar a Jesús. (v. 21)

    El pasaje describe la siguiente escena: El señor Jesús se presenta con sus discípulos en la celebración de una fiesta religiosa, a la cual también han acudido ciertos griegos.

    Más allá de que si se trataba de judíos de origen griego o directamente gentiles griegos que habían abandonado su culto politeísta y pagano y reconocían al Dios único, el Dios de Israel, lo cierto es que estos griegos representan muy bien a la gente en general, a aquellos del mundo que se encuentran en una búsqueda sincera del Señor. Representan a las naciones que le fueron prometidas al Hijo de Dios desde antes de que el mundo fuese (Salmo 2).

    Estos griegos se acercan con un ruego, un clamor: quieren “ver a Jesús”.

    Cuán apropiado es que como pueblo de Dios entendamos nuestra razón de ser: nuestra competencia de llevar fruto se medirá por lo que la gente alcance a ver en nosotros del carácter de Cristo! Nuestro propio carácter no puede llevar fruto espiritual permanente.

    El mundo de hoy día, escéptico con la religión y a la vez abierto a todo lo alternativo: “Nueva Era”, ocultismo, etcétera, este mundo posmoderno no podrá ser convencido por nuestros argumentos: debemos, como pueblo del Señor, manifestar a Cristo y su poder, a Cristo y su carácter. El mundo no quiere oír hablar del Amor de Dios, pero sí espera verlo manifestado entre nosotros y extendido al mundo en general.

    Los griegos del relato bíblico clamaban por ver a Jesús, pues percibían que no representaba al sistema religioso, la religión institucional, las largas “palabrerías” de los escribas y los fariseos, sino que hablaba con autoridad, obraba milagros y aparecía comprometido con Dios hasta la muerte.

    Tu familia (tus hijos, tu esposa, tu esposo), tus vecinos, tus compañeros del lugar donde trabajas, ¿pueden ver a Cristo en tu vida?.

    No podemos llevar fruto hasta el momento en que la vida de Cristo se encarne en nosotros. No llevaremos fruto por simplemente hablar. Lo que predicamos debe encarnarse en nosotros.

    Los griegos del relato bíblico podían vislumbrar que este hombre era mucho más que palabras: El Verbo, la Palabra de Dios, se había hecho carne (Juan 1.14).

    En este punto nos preguntamos: ¿qué debo hacer para que la vida de Cristo se encarne en mí? La respuesta es sencilla y tremenda a la vez.
  2. Morir para vivir (v. 24)
    Cristo explica la naturaleza de su misión. Anuncia: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”.

    Lo que afirma a continuación se aplica primordialmente a él (él es el Redentor que muere para que obtengamos vida) pero, por extensión se aplica en sus demás aspectos a nosotros, sus seguidores.

    “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere lleva mucho fruto”.
    ¿
    Qué es morir? ¿Qué significa para nosotros la figura del grano de trigo que cae a tierra y muere?. Luis Palau ha explicado que cada vez que mi voluntad se cruza o contrapone con la voluntad revelada de Dios y yo elijo obedecer a Dios, aunque humanamente me desagrade, me duela o me perjudique, el grano de trigo cae a tierra y muere. Es la muerte a los intereses personales, al prestigio de este mundo, a los planes y proyectos propios. Es poder confesar con el Apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2.20a).

    Es formativo el ejemplo que el Señor Jesús nos presenta. Si el grano no cae a tierra, se conserva, siempre será identificable. Será un grano ahora y por muchísimo tiempo, solo uno. Se han hallado semillas en excavaciones arqueológicas, por ejemplo en las pirámides egipcias. Esas semillas, luego de miles de años no han perdido su individualidad pero tampoco han producido nada.

    El egoísmo es, en la vida espiritual, el gran obstáculo que evita la rotura del grano. Sin rotura, sin quebrantamiento no habrá fruto.

    El grano, cuando cae a tierra, se va desintegrando, pierde su individualidad, en un sentido ese grano se va a perder, pero al cabo de los años ha originado miles y miles de semillas.

    Cristo, en la última cena, antes de ser entregado: “Habiendo tomado pan, después de haber dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.” (Lucas 22:19)

    Hacer memoria del Señor no es solo participar de la cena sino también romper nuestro egoísmo y entregarnos sacrificialmente por nuestros hermanos.

    Desde Abraham en adelante, oír el llamado de Dios y obedecerlo implica salir sin saber a dónde va uno, despojándose y dejando de lado el proyecto propio de vida, es la decisión de que nuestro yo muera para que Cristo viva en nosotros.
  3. Conversión de nuestros valores (v. 25)
    Encarnar en nosotros la vida de Cristo significa una conversión que no se limita a lo que creemos doctrinalmente, sino que revoluciona y transforma nuestra concreta forma de vida, nuestros valores.

    Amar la vida de este mundo y seguir a Cristo resulta incompatible. ¿Cuáles son tus prioridades y tus objetivos en la vida? La respuesta a esa pregunta responde exactamente a la cuestión de que si amas la vida de este mundo o la aborreces por causa de Cristo; o sea, si has muerto o no, para que la vida Cristo se encarne en la tuya; si el grano de trigo ha caído a tierra o permanece intacto y estéril.

    Que Cristo esté en nosotros y con nosotros en eso consiste la vida abundante (Juan 10.10), lo demás solo resultará en vacío, vanidad y muerte.

    ¿Qué será de ti al final de tu vida cuando se haga el balance final? Lo único que permanecerá en esa hora será el fruto que hayas podido llevar en el poder del Espíritu Santo para la gloria de Dios.

    En Juan 17, cuando la cruz era inminente, Cristo, el Señor, se regocija, no en los milagros, no en la enseñanza en sí misma (esos eran medios, pero no el fin) sino en las vidas salvadas, formadas y  conducidas: en el fruto.

    La vida de aquellos que te reconocen autoridad espiritual (tus hijos físicos y espirituales) son tu tesoro y tu objetivo. Cooperar con la obra del Espíritu Santo para su desarrollo y formación en Cristo es tu tarea: ellos constituirán el fruto. Es una tarea con responsabilidades individuales pero que abarca a toda la comunidad de fe y solo puede cumplirse en su seno.
  4. El que lleve fruto tendrá la honra del Padre (v. 26)
    Cuando todo haya pasado, cuando nosotros no estemos en este mundo, cuando este mundo también haya pasado, ¿qué otra cosa será valiosa? El Padre honrará a quienes hayan llevado fruto, lo demás, el prestigio y la opinión humana, habrán dejado de ser.

    El mundo habrá pasado y sus deseos, pero el que haya hecho la voluntad de Dios permanecerá para siempre.

    En el centro de la voluntad de Dios para nuestra vida está el que llevemos fruto. Alguien dijo: “la vida es como una moneda, podemos gastarla como queramos, pero solo una vez podemos gastarla”

    ¡Que Dios nos ayude a invertir nuestra vida, a “perderla” en el concepto del mundo, de tal modo que seamos el grano de trigo que cae a tierra y muere y así consigamos llevar mucho fruto! Amén.

miércoles, 12 de enero de 2011

Feliz año 2011

Nuestra amada Iglesia les desea lo Mejor en este nuevo año que nuestro buen DIos nos otorga.
que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con cada uno de vosotros.